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Wednesday, September 17, 2008

Té: La vida en una ceremonia

Una vida en un segundo, una vida en un día, una vida en una ceremonia: tal es el significado de la ceremonia del té japonesa. Ceremonia irrepetible por las personas que comparten, por las tazas que se utilizan y “por el corazón de hoy”, explica Ninfer Betancourt, directora de la Fundación Nichisei, que difunde la cultura japonesa en Colombia, y está al frente de muchas de las actividades de ese país en la Feria del Libro de Bogotá.

Una de ellas es precisamente la ceremonia del té, de influencia budista y que procede de la cultura de los samurais, formalizada por Sen no Rikyu (1522-1591).

Una ceremonia del té con todas las de la ley dura horas, contadas a partir de la preparación del lugar, que el anfitrión realiza antes de la llegada de los invitados, teniendo en cuenta cada detalle, incluso el arreglo floral (ikebana) con especial cuidado, porque uno de los elementos esenciales es “el corazón de la persona que la ofrece”.
“El espacio debe tener una altura baja, para obligar a la persona a agacharse –dice Betancourt–. Esto para que las personas se vuelvan más humildes y para acercar al espíritu de quieni ofrece la ceremonia”.

La decoración exige un elemento natural, flores por ejemplo, y un mensaje, que puede estar escrito en caligrafía.

“Ninguna actividad en Japón se puede hacer si no hay amor –agrega Betancourt–, no importa si es la caligrafía, el dibujo manga o cualquier otra cosa. Todo se basa en el amor, en la entrega".
Por eso, cada movimiento de la persona que la ofrece –que debe estar vestida con kimono japonés– representa cómo pone su corazón en hacer una ceremonia adecuada. Está pendiente de la temperatura del agua (70°); cada taza es única, hecha por un artista que la elabora especialmente para la ceremonia (no se usan hechas en serie).

Servir el té .

El té es la ofrenda. La preparación es especial para cada invitado. Antes del servicio, es común observar el arte de cada taza y hablar de la atmósfera del rito.
El anfitrión ofrece primero un bocadillo o postre (los japoneses tienen un dulce parecido al de guayaba, pero hecho con fríjoles y más amargo). Quien lo recibe lo prueba, lo saborea y con esto prepara el paladar para el té que viene.

De inmediato se alista su taza. Se lava y se seca. Se sirve el agua (solo lo suficiente para consumirse en tres sorbos) y se mezcla con el té molido en polvo (matchá). Con un batidor de bambú o chasén, quien lo prepara saca espuma, siempre batiendo en tres tiempos y sirve una taza con un fondo de espumoso té.

Antes de entregarlo al invitado, hace una reverencia, gira la taza en su mano tres veces y la entrega. Quien va a saborear el té lo toma, en tres tiempos de pequeños sorbitos.
Luego, se sirve el té al siguiente invitado. “La idea no es llenarse –advierte Betancourt– sino disfrutar el instante. Por eso cada movimiento es lento y todo se realiza muy despacio”.

Terminado el té, el anfitrión agradece y se cierra la ceremonia, dando fin así a un día único

Fuente archivos periódico el tiempo.

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